domingo, 29 de octubre de 2017

Un mal momento en una historia de amor.

Me encuentro en una situación totalmente engorrosa, que es parte de lo que sería el amor, algo de lo que sería aquel término ramé (caótico y hermoso al mismo tiempo) con tantas definiciones. Es fácil escribirlo, pero el odio que te da que las cosas simplemente se vayan, nadie lo puede leer de la misma manera.
No sé cómo explicarlo, es eso, la oportunidad desapareció, todo se fue. La magia, la magia de algo nuestro. Solo unas pocas palabras dieron un giro inesperado en nuestra relación. Unas pocas palabras de otra persona.
Y la puerta se cerró. Sin decir ni un “adiós”.
Mis celos recorren mi mente, transforman la situación en algo totalmente trágico, algo de maldades, y esperan que la situación sea totalmente efímera, que se desaparezca en un pequeño lapso de tiempo. Yo sigo ahí, en el petricor, en la melancolía, a causa de las increíbles excusas que imponen mis hormonas, causantes de los mayores problemas de la adolescencia.
Quizá a veces olvido que los demás también aman, pero luego recuerdo que nunca de la misma manera, y es precisamente lo que siento por ella, algo nuevo, algo que ninguno/a toma en cuenta, o por lo menos eso creo.
La situación se repite, espero que no suceda nuevamente en un futuro.
De vez en cuando tengo el incontrolable deseo de abrazar a alguien, solo porque lo amo, pero me limito a no hacerlo, porque no todos nacemos con la intencionalidad de recibir y dar aprecio, y por ello debemos ser cautelosos ante tales situaciones.
Dicen que el conticinio es el momento de la noche en que se produce el silencio absoluto. No es una hora específica, sino un momento, un segundo en que la noche se hace tan profunda que todo calla. Yo estoy esperando eso, la ataraxia, pero yo mismo me lo impido. Quiero escapar de los problemas, pero igualmente los busco. Quiero querer a los otros, pero saco lo peor de ellos. Quiero amar, pero no me ven. Quiero que me vean, no quiero ser la sonrisa que camina, no quiero ser solo una figura. Quiero que camines junto a mí por la mangata.
Quiero vivir una noche inefable, y un arrebol. Pero ya es tarde, no se trata de dulces palabras, sino de la velocidad con la cual se dicen.
Sé que parece una tontería de adolescentes, pero sé que no se trata de algo superfluo.

Y para quien esté leyendo esto: Responde la siguiente pregunta ¿Qué es el amor?

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